¡Ay! –respondió Sancho, llorando–: no se muera
vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años,
porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse
morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que
las de la melancolía. Mire no sea perezoso, sino levántese desa cama, y
vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado:
quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña
Dulcineadesencantada, que no haya más que ver. Si es que se muere de pesar
de verse vencido, écheme a mí la culpa, diciendo que por haber yo cinchado
mal a Rocinante le derribaron; cuanto más, que vuestra merced habrá visto
en sus libros decaballerías ser cosa ordinaria derribarse unos caballeros
a otros, y el que es vencido hoy ser vencedor mañana.
–Así es –dijo Sansón–, y el buen Sancho Panza está
muy en la verdad destos casos.
–Señores –dijo don Quijote–, vámonos poco a poco,
pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño: yo fui loco,
y ya soy cuerdo; fui don Quijote de la Mancha, y soy agora, como he
dicho, Alonso Quijano el Bueno. Pueda con vuestrasmercedes mi arrepentimiento y
mi verdad volverme a la estimación que de mí se tenía, y prosiga adelante
el señor escribano.
Fragmento Final del Quijote de la Mancha
MIguel de Cervantes
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